UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR
FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL
PERIODSIMO II
NOMBRE
ALFREDO BALLA
SEMESTRE:
QUINTO “A”
Es lunes, 21 de octubre de 2013,
Quito un día de un sol ardiente, el cielo está muy despejado, parece que San
Pedro, está de vacaciones, la posibilidad de lluvia es mínima, pero se sabe que
con el clima de Quito no se puede predecir.
Después de salir sin comprar lo que necesitaba en el centro comercial Mall “El Jardin” decido caminar hasta el CCI
(centro comercial Iñaquito). Al momento
que estoy cruzando la intersección de la
calle Amazonas y República, en la parada
intermedia reconozco a un personaje muy
peculiar sentada en la vereda, yo le reconozco
a igual que él, teníamos una amistad de anteaño porque un tiempo vivía
en mi antiguo barrio de San Roque.
-Hola Luchito, digo
-El me da la mano.
Yo le digo ¿como estas?
-El responde alzando el pulgar responde que está bien.
Solo minuto más tarde llega una
persona joven aproximado de unos
dieciocho años con una cola grande y
acompañado de panes como todo los días. Luchito ya esta dice, y en cuestión de
minutos la señora de los periódicos
comienza repartir.
Alrededor del semáforo de la República comienza el tráfico como todos los días, es cerca del
medio día el ruido de los carros, mas
el pitazo de los agentes de tránsito que tratan de combatir, y más el
pito de los carros, que ensordece
a los transeúntes que caminan por aquel lugar.
Luchito después de tomar como refrigerio una cola con pan toma
su letrero que dice “por favor una
ayuda para esta persona minusválida gracias”
y se tiende en el pecho y comienza
caminar lentamente hacia la mitad del
semáforo, ya en medio de los carros comienza recibir las colaboraciones de la
gente voluntaria.
Al
llegar las dos de la tarde, la
señora Gabriela vendedora de caramelos,
con quien vive actualmente, dice vamos a comer
Luchito, él con la mano indica
vamos. A igual que él, la señora María,
vendedora de frutas aprovechando la
ausencia de carros decide ir almorzar.
Ella en medio del almuerzo nos
menciona, que conoce cerca de veinte años, nos cuenta que antes de pedir en los semáforos, solía andar
pidiendo por el Centro Histórico,
precisamente en la subida de la calle
Chile. Le preguntamos acerca de la
familia, la señora de las frutas nos respondió que no sabía mucho recuerda que
una ocasión hace mas de unos seis o siete años, vino a preguntar por aquí, una
persona que decía ser hermano, dice que
era muy elegante como una persona que trabajara en la oficina.A su vez le preguntamos que hacía con el dinero que recoge todo los días,
nos responde en voz baja, ni sabe joven la plata que
le da se aprovecha la persona que
está viviendo con él, ahora se coge toda
la plata la señora que vende Caramelos .
Doña María al ver que bajan del almuerzo decide callar y no contar nada más.
Luchito después del almuerzo, otra vez
comienza pedir alguna colaboración a los carros. Solo minutos más tarde,
al ver que no hay muchos carros se
sienta peligrosamente al filo de la
vereda, y toma una pequeña siesta. Su rostro se puede percibir
de como un niño frágil, su nariz
es gruesa, de ojos vivaces, lleva un
chaleco de color naranja que deja descubierto sus brazos escuálidos y un
pantalón jean cortado las bastas como una bermuda su cabello es castaño. Calza unas zapatillas azules
gastadas en las puntas que, en conjunto
con el resto de su atuendo, le
confiere a un mendigo de la calle.
Un joven que se dedica a vender los cargadores y accesorios para celulares para los
semáforos dice Luchito levántate cuidado los carros. El nos manifiesta que es
una persona muy buena gente y acolitador, le preguntamos de su discapacidad,
nos manifestó que no es un problemas ni para él ni para nosotros que le
conocemos porque le entendemos casi todo lo que nos quiere decir y que conoce
hace mucho tiempo, le preguntamos donde vive nos dice que vive por la
Ferroviaria, un barrio al suroriente de Quito con la señora Gabriela. Esta
última con olor a perfume barato se acerca donde Luchito y dice levántate ya es
tarde trabaja para la comida. AL poco tiempo de estirarse se levanta y comienza
a pedir a los carros, él como fuera una
especie de peaje comienza recibir las colaboraciones de los
autos. Pasa el tiempo es cerca de las seis con el bolsillo lleno de monedas se
retira de los autos.
Después de cambiar la ropa de trabajo
por una ropa más caliente para el frio
se despido de todos los vendedores que
queda, junto a la señora de los caramelos se retira a su lugar
de residencia. Afortunadamente para él
fue un día productivo se retira con una cara de mucha felicidad y conformidad.
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